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Maestra que salió de Argentina durante ‘guerra sucia’ logra su meta

Claudia Raffaele is seen with a student at Jesuit High School in Portland Feb. 2. (CNS photo/Katie Scott, Catholic Sentinel)

por Katie Scott

Catholic News Service

PORTLAND, Oregón (CNS) — Claudia Raffaele conoce el miedo de ser detenida a punta de pistola en Argentina, el cansancio hasta los huesos que viene de trabajar un turno de nueve horas en una fábrica en Los Ángeles y la preocupación y la carga emocional de atender a tres hijos como madre soltera.

Durante una tarde reciente en la escuela secundaria jesuita en Portland, el pasado de Raffaele salió de la misma manera que lo hace todos los días: en su pasión por la enseñanza y un deseo insaciable de aprender.

“Claudia tiene los fundamentos de cualquier buena maestra porque ama a sus estudiantes, es paciente y organizada”, dijo Paul Hogan, director de la escuela. “Pero lo que es más impactante es que ella está constantemente creciendo y hambrienta de mejorarse.

“Y uno no tiene muchas personas aquí que han huido de una dictadura militar”, él añadió. “Soy inspirado diariamente, pensando de dónde ella vino”.

Si uno se sienta en la clase de español de Raffaele por unos minutos, uno ve una mujer de baja estatura, una persona en movimiento constante. Durante un momento ella está presentando un nuevo verbo, en el próximo está zigzagueando entre pupitres contestando las preguntas de los estudiantes.

Raffaele, de 59 años de edad, sonríe a menudo en su salón de clase y eso no le sorprende a nadie: ella está viviendo un sueño que se le hizo difícil de realizar. Los padres de Raffaele se criaron pobres y trabajaron arduamente para darle a Raffaele y a su hermana una educación católica en Argentina, su país de origen.

Luchadora y determinada aun cuando era niña, Raffaele no puede recordar un momento en que no haya querido enseñar. Mientras algunas niñas pequeñas jugaban con casas de muñecas, ella pretendía ser maestra. “Yo sabía los nombres de todos mis estudiantes, llamaba asistencia y le daba calificaciones a los estudiantes imaginarios”, ella recordó de sus juegos de niña.

La mayor parte de la niñez de Raffaele fue estable, pero su país no. En 1955, Juan Perón, esposo de la legendaria María Eva Duarte de Perón, fue exiliado después de un golpe militar. Argentina entonces entró en un largo periodo de dictaduras militares con breves intermedios de gobiernos constitucionales.

Mientras Raffaele entraba la edad adolescente, la inestabilidad política de su país aumentaba. De 1976 a 1983 el país que le dio al mundo el papa Francisco entró en un periodo conocido como “la guerra sucia”. La violencia, orquestada por los militares contra sospechados opositores políticos izquierdistas, dejó un estimado de 10,000 a 30,000 personas desaparecidas o muertas.

Mientras la violencia aumentaba, Raffaele estudiaba en una universidad de Buenos Aires para ser profesora. Como estudiante, sin embargo, Raffaele corría riesgo y en varias ocasiones se le apuntó una pistola y se le ordenó tirarse al suelo.

En 1982, cuando Raffaele tuvo la oportunidad de venir a Estados Unidos, ella la tomó. Con 25 años, Raffaele llegó con una visa y casi nada más. “Yo no sabía inglés”, ella dijo. Pero no tomó un descanso de su misión de aprender. “Llegué a California un sábado y el lunes estaba asistiendo a clases [de idioma] durante la noche”.

Raffaele vino al país con su esposo pero después se divorció.

Con el tiempo, encontró trabajo en una fábrica en el centro urbano de Los Ángeles, a la cual llamó un taller clandestino. Raffaele recibía un salario bajo y trabajaba largas horas. Ella tomaba tres autobuses para llegar a su trabajo. Ella recortaba hilos y le daba vuelta a las camisas al revés todo el día. La mayoría de los obreros eran indocumentados y, cuando su visa se venció, Raffaele también se convirtió en una trabajadora sin documentos.

Cuando tuvo su primer hijo, Eddie, fue un momento decisivo. “Pensé ‘él es la única persona documentada en mi vida y aprenderé este idioma por él'”.

Raffaele se dedicó a sus estudios con aun mayor fervor. Después de trabajar todo el día en la fábrica, llegaba a casa, le hacía de cenar a su hijo, iba a la escuela y regresaba a tiempo para poner a Eddie a la cama. Unos años después, tuvo una hija, Karolyn.

Hubo momentos en que ella pensó regresar a Argentina. “Pero una noche, mientras ponía a mi niñito en la cuna, me di cuenta: ‘No puedo hacerle esto a mis hijos. Ellos son estadounidenses. Estamos juntos en esto'”.

Más tarde a Raffaele se le concedió amnistía bajo la ley de reforma de inmigración del presidente Ronald Reagan y finalmente se hizo ciudadana estadounidense.

Raffaele ahorró suficiente dinero para enviar a sus hijos a una escuela católica, pero el trabajo en la fábrica no era estable, y frecuentemente se despedían trabajadores. Después de un despido, ella no veía cómo podía mantener a sus niños matriculados. La parroquia, sin embargo, estaba buscando un traductor para servirle a sus feligreses en español y, debido a su inglés, que había mejorado, le ofrecieron el trabajo.

“Verdaderamente creo que nadie puede tener éxito sin una mano amiga, una mano que cuando uno está en un … lugar oscuro se extiende hacia abajo y hala a uno hacia arriba a la luz”, dijo Raffaele. “Tengo mucha gente que agradecer por todo lo que he recibido y continúo recibiendo”.

Cuando se mudó a Portland en 1994, Raffaele tuvo otro hijo, Jean-Luc, y poco a poco acumuló experiencia como profesora. Su determinación y arduo trabajo le abrieron puertas, como lo hicieron las manos amigas de los administradores de la escuela jesuita. Su hijo Eddie anhelaba asistir a la escuela secundaria jesuita, pero los costos de matrícula no cabían dentro del presupuesto de la familia. Los administradores jesuitas no solo encontraron una manera de matricular a Eddie, sino que también le dieron a Raffaele un trabajo de verano como maestra, lo cual eventualmente la llevó a un puesto permanente.

Determinada a enviar a sus tres hijos a la escuela jesuita, Raffaele a menudo manejaba tres trabajos, incluso como traductora y en un supermercado los fines de semana.

Estos días tiene 17 años de trabajar en la escuela. Cuando no está dando clases, ella está en la universidad de Portland, donde está estudiando para obtener un doctorado en educación.

Sus hijos están orgullosos de su madre, la mujer que soñó convertirse en maestra cuando era una niña en Argentina y lo hizo realidad a pesar de incontables obstáculos.

“Ella vino a este país sin inglés y prácticamente comenzó desde cero”, dijo Eddie. “Es impresionante ver dónde ella está ahora”.

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