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Prelados llevan solidaridad a Puerto Rico

A man and a woman sleep in a school-turned-shelter in Toa Baja, Puerto Rico, Oct. 18. Catholic schools in northern Puerto Rico resumed classes that same day. (CNS photo/Alvin Baez, Reuters)

por Jorge I. Domínguez-López

SAN JUAN, Puerto Rico (CNS) — El cardenal Timothy M. Dolan de Nueva York y el obispo Nicholas DiMarzio de Brooklyn viajaron a Puerto Rico para mostrar solidaridad, llevar esperanza y un poco de ayuda material.

Su visita de un día, el 30 de octubre, a San Juan fue otro ejemplo del apoyo que los neoyorquinos que han ofrecido al pueblo de Puerto Rico desde que el huracán María destruyó gran parte de la isla.

Viajando con los prelados estuvieron monseñor Kevin Sullivan, director ejecutivo de Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Nueva York, y Wanda Vásquez, directora de la pastoral hispana de la arquidiócesis.

“Nuestro propósito es primero traer solidaridad”, dijo el obispo DiMarzio en la catedral de San Juan. “Venimos a ayudar la iglesia aquí”.

“Venimos porque hay muchos puertorriqueños en nuestras diócesis”, él dijo sobre la Diócesis de Brooklyn y la Arquidiócesis de Nueva York. “Y ellos están preocupados por su lugar de origen. Así que venimos a traer algo de ayuda material, pero también algo de solidaridad. Y a entender mejor la situación de modo que podamos conseguirles la ayuda que necesitan”.

La visita comenzó con una Misa en la Catedral de San Juan, cátedra de la primera diócesis en el Nuevo Mundo.

Antes de la liturgia, el cardenal Dolan y el obispo DiMarzio, guiados por el arzobispo Roberto González Nieves de San Juan, visitaron la catedral y se detuvieron en el sepulcro del cardenal Luis Aponte, el único puertorriqueño en ser nombrado cardenal y predecesor del arzobispo González. También oraron frente a las reliquias del beato Carlos Manuel Rodríguez, el primer puertorriqueño beatificado.

El cardenal Dolan, celebrante principal y predicador de la Misa, le recordó a la congregación que más allá de la solidaridad que todos los cristianos deben ofrecerle a sus hermanos y hermanas en tiempos de crisis, él también estaba allí porque el arzobispo González es “un querido amigo”.

Durante una entrevista después de la Misa, él explicó: “El arzobispo González, lo amamos. Él era sacerdote parroquial en el Bronx. Y me dijo hace unas dos semanas: ‘Nos sentimos solos y olvidados’. Dije: ‘Bueno, iremos a visitarte. Eso es lo que hacen los vecinos, eso es lo que la Biblia nos dice que hagamos, eso es lo que la Santa Madre Iglesia quiere que hagamos’. Así que el obispo DiMarzio y yo dijimos: ‘Vamos a visitar a Roberto”.

Al preguntársele sobre sus impresiones de la isla, él dijo: “La primera impresión sería la cordialidad, la resistencia, la acogida de la gente. Con todos los desafíos y dificultades que han pasado, no han perdido su sentido de esperanza”.

Los prelados visitaron más tarde la sede de Cáritas de Puerto Rico, el equivalente de Caridades Católicas en la isla. Esa organización recibirá y distribuirá gran parte de los $700,000 donados por la Arquidiócesis de Nueva York y los $115,000 enviados por la Diócesis de Brooklyn.

Ellos visitaron las instalaciones con padre Enrique Camacho, director de Cáritas de Puerto Rico, y realizaron una conferencia de prensa con el arzobispo González y monseñor Sullivan.

Más tarde fueron a la cima de una montaña en las afueras de San Juan donde se construirá el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Providencia. En el lugar se puede ver una cruz gigante de metal y un Vía Crucis de tamaño real.

La última parada del itinerario fue en el Carmelo de San José, un convento de clausura en el municipio de Trujillo Alto. El convento estilo brutalista fue construido en la década de 1970 y resistió el impacto directo del huracán María.

Después de cantar el “Salve Regina” en la capilla, los visitantes hablaron con las monjas. Varias de ellas tienen más de 80 años de edad. Ellas le contaron a los obispos cómo pasaron horas solas en sus celdas en la oscuridad mientras el huracán azotaba su convento.

Tanto el cardenal Dolan como el obispo DiMarzio hablaron con evidente emoción acerca de su amor y respeto por las monjas de clausura. El cardenal explicó que parte de la ayuda que ellos habían traído era para reparar los daños que el convento sufrió durante el huracán María.

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