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Un océano de lágrimas nos llama a la misericordia, a la compasión, dice el Papa

Members of the Pellegrino family walk forward to present a candle during a prayer vigil led by Pope Francis "to dry the tears" of the suffering in St. Peter's Basilica at the Vatican May 5. The family lost a son and brother. Pictured are siblings Chiara and Raffaele, and parents Domenico Pellegrino and Giovanna Astarita. (CNS photo/Paul Haring)

Members of the Pellegrino family walk forward to present a candle during a prayer vigil led by Pope Francis “to dry the tears” of the suffering in St. Peter’s Basilica at the Vatican May 5. The family lost a son and brother. Pictured are siblings Chiara and Raffaele, and parents Domenico Pellegrino and Giovanna Astarita. (CNS photo/Paul Haring)

por Cindy Wooden

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Las lágrimas derramadas por hombres, mujeres y niños en todo el mundo todos los días claman, pidiendo misericordia, compasión y consuelo, dijo el papa Francisco durante una celebración especial de oración, durante este año de la Misericordia, que se ofreció a nombre de todos aquellos que derraman lágrimas.

“Cuántas lágrimas se derraman cada segundo en nuestro mundo. Cada lágrima es diferente; pero todas juntas forman como un océano de desolación que clama pidiendo misericordia, compasión y consuelo”, dijo el Papa el 5 de mayo mientras dirigía las oraciones en la basílica de San Pedro.

Antes de que el Papa hablara, él y los presentes escucharon a tres personas que rindieron su testimonio: Giovanna Astarita y Domenico Pellegrino, junto con su hijo Raffaele, hablaron del suicidio de Antonio, primer hijo de la pareja, cuando tenía apenas 15 años de edad. “Antonio arrastró mi vida, mi alma y mi mente hacia esa tumba también”, dijo la madre. La fe y una experiencia de que Dios seca mis lágrimas fue y ha sido la única cosa “que evita que me vuelva loca”, dijo.

Maurizio Fratamico habló de cómo había trabajado, había viajado y había ganado mucho dinero, “de cómo usó y tiró ” a muchas mujeres jóvenes, pero, al fin, se sintió vacío y solo. Su hermano gemelo había experimentado conversión y la había compartido. Y gracias a las lágrimas de sus padres y a las suyas propias, de remordimiento, Fratamico dijo que ha iniciado un camino de fe y que ha encontrado “la alegría que siempre había estado buscando”.

Qaiser Félix, periodista católico de Pakistán, habló sobre sus escritos en los que había informado acerca de la discriminación en contra de cristianos, lo que le llevó a recibir amenazas en su contra y en contra de su familia y, al pasar el tiempo, se vio obligado a huír y tratar de empezar una nueva vida en Italia. “Enfrentarse a la persecución y al miedo de la muerte es una experiencia terrible, especialmente porque pensaba en mis hijos”, dijo.

En las oraciones se incluyeron peticiones especiales por los cristianos perseguidos, por las personas que sufren inminente riesgo de muerte, por las personas esclavizadas, por las víctimas de guerras y terrorismo, por menores de edad víctimas de abuso, por los enfermos de gravedad y por quienes los cuidan, por los acusado injustamente y los prisioneros, por los que se sienten abandonados, deprimidos y desesperados; por las personas que sufren de adicciones, por las familias que han pasado por abortos no buscados o han sufrido la muerte de uno de sus hijos y por todos aquellos que han perdido su casa o se han visto forzados a dejarla, desprendiéndose del resto de su familia y de su trabajo.

Pero antes de que se entonaran las oraciones litúrgicas, las personas encargadas del orden pasaron por las bancas de la basílica con charolas para recoger las peticiones de oración de los presentes.

Al principio de su homilía, el papa Francisco les pidió a las personas que se unieran a su intención para pedir la presencia del Espíritu Santo. “Que el Espíritu Santo ilumine nuestra mente para que podamos encontrar las palabras correctas que nos traigan consuelo. Que abra nuestro corazón ante la certeza de que Dios siempre está presente y nunca nos abandona en tiempos de prueba”.

Todos hemos experimentado la tristeza o el sufrimiento que nos hace anhelar una presencia confortadora y una palabra de consuelo, dijo. “Las lágrimas más amargas son las que han sido causadas por la malicia humana”, especialmente cuando un sér querido ha sido muerto violentamente.

Cuando uno sufre una pena o está de luto, dijo, Dios nos ofrece consuelo y “en su ternura viene y seca las lágrimas de nuestros ojos”.

Y volviéndose a una copia de la imagen de Nuestra Señora Gimiente de Siracusa, imagen mariana escogida especialmente para las oraciones, el Papa dijo: “Al pie de cada cruz, la madre de Jesús siempre está allí. Con su manto seca nuestras lágrimas. Con la mano extendida nos ayuda a levantarnos y nos acompaña por el camino de la esperanza”.

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