por Cindy Wooden
ROMA (CNS) — Dios utilizó “un exceso de misericordia” al enviar a su propio hijo al mundo a sufrir y morir y así mismo utilizó “un exceso de misericordia” para desterrar la falta de misericordia de los seres humanos, dijo el cardenal austriaco Christoph Schonborn.
El cardenal, que al mismo tiempo es arzobispo de Viena, inauguró la asamblea europea del Congreso Mundial Apostólico de la Misericordia, el 31 de marzo, en Roma. Se había programado que la reunión culminara con la participación conjunta del papa Francisco en la vigilia de oración del 2 de abril y en la Misa del 3 de abril del domingo de la Divina Misericordia.
“Lo opuesto a misericordia es el endurecimiento del corazón”, algo que se puede ver hoy en día como se vio en tiempos de Jesús y que surtió efectos negativos en la iglesia y sociedad, dijo el cardenal Schonborn ante los presentes en la reunión.
El cardenal, que acababa de regresar de una visita que hizo a los refugiados del norte de Irak, les dijo a los presentes que “Nosotros en Europa vivimos este tipo de situación. En lugar de darles la bienvenida a los refugiados, construimos cortinas de hierro”.
Todo lo que ha sucedido por las guerras en Siria e Irak y la crisis de refugiados que tiene efectos negativos en países aledaños del Medio Oriente y la Unión Europea, dijo, se ha debido al deseo de venganza después del ataque terrorista del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. “Los cristianos refugiados que visité ayer demuestran precisamente la consecuencia de la reacción después del 11 de septiembre en Estados Unidos”, dijo.
Cuando el corazón humano muere, se endurece, dijo, y un corazón endurecido pierde su conexión con Dios y su habilidad para sentir compasión por el prójimo.
En la parábola del Evangelio del hombre que fue sanado por Jesús, a pesar de ser un día sábado, se demuestra cómo los fariseos, que creían ser ellos mismos fieles y hombres religiosos “se habían endurecido frente a la misericordia”, dijo. Y al pasar los días “creyeron firmemente que honraban a Dios con la muerte dada a Jesús”.
“Nosotros con frecuencia tenemos el corazón endurecido”, dijo. “Nosotros, como sacerdotes y pastores, nos vemos amenazados por el endurecimiento del corazón que se puede insinuar en nuestra vida. Y es así cómo algunos sacerdotes se vuelven ‘lobos’ y muchos cardenales se vuelven ‘demonios’. Y no soy yo quien diga eso; es Santa Catalina de Siena quien lo dijo más de una vez”.
La misericordia, dijo el cardenal, presenta dos condiciones: Una, la verdad; otra, el arrepentimiento.
La excesiva preocupación de uno mismo y la propia justificación de los actos cierran el corazón para el prójimo y para Dios, más rápidamente que cualquier otra cosa, dijo. Y nada vuelve a abrir el corazón otra vez a la misericordia de Dios que el reconocimiento de los propios pecados.