por David Agren
CIUDAD DE MÉXICO (CNS) — Jonathan González cargaba una estatua de san Juan Diego entrando a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe un domingo reciente sin dar señales de esfuerzo mientras se movía entre las masas en el santuario mariano más visitado del mundo.
Siendo trabajador agrícola procedente del lejano estado Hidalgo, él hace el viaje de 100 millas anualmente hasta la basílica en la colina Tepeyac, en el norte de Ciudad de México, donde la María morena se le apareció al agricultor indígena Juan Diego en 1531. González hace el viaje mayormente por fe, diciendo: “Ella es la madre de todos los mexicanos”.
Pero él va a la basílica también a agradecer los “milagros que han sucedido”, aunque González llegó con un sentido especial de gratitud y queriendo procurar la intercesión por su esposa, de quien dijo que sufre de cáncer.
“Gracias a Dios (mi esposa) todavía está aquí”, dijo González, de 37 años de edad. “(La Guadalupe) verdaderamente ha ayudado mucho”.
El relato de González es similar a los de muchos en México, donde la población ve a su santa patrona nacional más que como una santa y en muchos casos como una madre, intercesora e icono cuya importancia trasciende la religión.
Millones de mexicanos acuden anualmente a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, especialmente para el día de fiesta el 12 de diciembre, muchos haciendo la peregrinación en bicicleta o a pie desde los estados circundantes. Algunos llegan desde el extranjero.
La fe muestra pocas señales de desaparecer, según observadores, mientras que es fuerte en Estados Unidos a través de las comunidades inmigrantes. Una telenovela también le está presentando a Nuestra Señora de Guadalupe a millones más en América Central y del Sur donde, junto con las Filipinas, la devoción tiene raíces profundas.
Hasta el papa Francisco ha hablado de la importancia de ella y visitará la basílica en su viaje de febrero a México, habiéndole dicho a reporteros recientemente: “Si no fuese por Nuestra Señora de Guadalupe no iría” a México.
Los visitantes llegan a la basílica durante todo el año en peregrinaciones de pueblos y parroquias, como turistas curiosos y viajeros de un día o en procesiones relacionadas con trabajo o clubes, llegando vestidos desde disfraces de payasos hasta trajes de mariachi.
Algunos mexicanos, sin embargo, se autodenominan “guadalupanos”, a pesar de sus dudas sobre la iglesia o ni siquiera siendo católicos, y encontrando en la santa patrona un sentido de pertenencia e identidad.
“Es un símbolo de identidad nacional”, dijo el padre jesuita David Velasco Yáñez, profesor en la universidad ITESO operada por los jesuitas en Guadalajara. “Algunos podrían no ser creyentes, no muy fieles ni participar en la vida parroquial, pero ser guadalupanos hasta el tuétano”.
El expresidente mexicano Felipe Calderón resumió sus sentimientos durante un viaje a la basílica, diciendo: “Somos todos guadalupanos”.
La santa patrona está profundamente arraigada en la mitología e historia nacionales; su imagen aparece en artículos tan mundanos como tarjetas telefónicas y billetes de lotería. Los movimientos independentistas y revolucionarios marcharon detrás de imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe, aunque estos últimos eran firmemente anticlero. Más recientemente, el candidato contra el sistema Andrés Manuel López Obrador ha intentado conectarse con la misma capacidad de unificar las masas nombrando MORENA su propio partido político en ciernes en referencia a la dama de piel trigueña y al nombre común de la santa patrona.
“Cuando las personas quieren mantener su religiosidad sin mantener lealtad a la jerarquía eclesiásticas se convierten en guadalupanas”, dijo Ilan Semo, historiador político en la Universidad Iberoamericana operada por los jesuitas.
Una encuesta del 2014 por Gabinete de Comunicación Estratégica encontró que el 66 por ciento de los que respondieron dijo que Nuestra Señora de Guadalupe es “muy milagrosa”. Otro 49 por ciento reconoció asistir a la iglesia el 12 de diciembre. Funcionarios locales calculan que aproximadamente 8 millones asisten anualmente a la basílica en diciembre.
Padre Hugo Valdemar Romero, portavoz de la Arquidiócesis de Ciudad de México City, dijo que ve señales de una devoción expandiendo, ya que el número de peregrinaciones a la basílica aumenta cada año.
Él dijo que la devoción ha crecido en el extranjero también según los mexicanos llevan imágenes de la Virgen a dondequiera que viajan y la telenovela “La Rosa de Guadalupe” aumenta audiencia en otros países de habla hispana a pesar de ser “simple” y “banal” en muchos de sus momentos.
“Esto ha aumentado mucho la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe en América Latina a través de las transmisiones de sus programas”, dijo padre Valdemar.
La comercialización de Nuestra Señora de Guadalupe presenta problemas potenciales, dicen algunos analistas. Los terrenos de la basílica fueron expandidos durante la pasada década mediante donativos del gobierno de Ciudad de México y del empresario multimillonario Carlos Slim Helu, causando conflicto con los vendedores de la zona.
La telenovela también presenta la fe de manera problemática, mostrando a Nuestra Señora de Guadalupe como poco más que una milagrera.
“Es una caricatura del culto, de pedir que ella ayude cuando uno esté en una situación extrema de vulnerabilidad”, dijo Bernardo Barranco, académico y autor de temas católicos en México.
“El riesgo más grande no es la fe de los mexicanos. No es la devoción de las comunidades que organizan la devoción, sino principalmente el uso por los difusores y por la propia arquidiócesis. Es la comercialización”.
La canonización de san Juan Diego no ha sido bien recibida por los guadalupanos, con analistas diciendo que una figura auxiliar nunca recibiría el mismo apoyo.
“La Virgen es la madre de Dios”, dijo González, el que iba cargando la estatua de san Juan Diego mientras sus amigos cargaban una imagen de la Guadalupe.
La mayoría de los entrevistados en la basílica expresaron motivos simples, no políticos, para hacer sus viajes.
“Venimos a dar gracias por todo: trabajo, familia, salud”, dijo Jesús Romero, chofer del alcalde de un pueblo en Hidalgo.
Romero pedaleó durante seis horas con otros 66 ciclistas hasta la basílica en su año consecutivo número 18, aunque ha viajado hasta allí otras veces y una vez se movió de rodillas hacia el santuario pidiendo “unidad familiar”.
Rafael Camacho y su esposa, Sofía Palomar, regalan 100 tacos a la basílica como un medio de pagar un “manda” (petición,) en que pidieron que la madre de Palomar se recuperara de un coma inducido por un ataque cardiaco hace tres años.
“Ella es todo”, dijo Camacho sobre la Virgen y su rol en el país. “Todos la admiran”.