por Catholic News Service
KINGSBURG, California (CNS) — Todos los años durante el Viernes Santo comunidades de todo el mundo recrean el Vía Crucis con actuaciones en vivo de la trayectoria final de Cristo en su vida terrenal como potente recordatorio de su sufrimiento y sacrificio.
Esta devoción tradicional de la Cuaresma se basa en los 14 eventos significativos de la Crucifixión, comenzando con Cristo siendo sentenciado, continuando con él cargando la cruz por la calles de Jerusalén y terminando con su sepultura.
En la Diócesis de Fresno varias parroquias escenifican sus propias versiones del Vía Crucis viviente con vestimenta colorida, largas procesiones y grandes multitudes de peregrinos y espectadores.
La tradición es fuerte en dos pueblos, Kingsburg e Easton, ambos teniendo poblaciones migrantes significativas.
El año pasado la procesión en Easton tuvo más de 400 participantes, muchos de los cuales eran jornaleros que sacrificaron sus ingreso diario para asistir. Alberto Varela, quien personificó a Jesús, ha participado en el evento tres veces.
“La procesión nos une a todos, nos ayuda a hacernos una comunidad sólida y edifica nuestra fe”, él dijo a la revista Catholic Extension.
Padre Jerry Amerando, pastor de la iglesia St. Jude en Easton, recibe a todos los que vienen al Vía Crucis viviente con una bendición: “Pido a Dios que los guíe y los cuide de modo que puedan llevar su cruz como él lo hizo”.
En Kingsburg, muchos de los actores y participantes son inmigrantes. El pueblo es la sede de Sun-Maid, la procesadora de pasas y frutas secas más grande del mundo.
La coordinadora de la pastoral hispana de la Diócesis de Fresno, Brenda Noriega, cuyo salario es costeado por Hispanic Lay Leadership Initiative de Catholic Extension, trabaja con parroquias de toda la diócesis, incluyendo Kingsburg e Easton, para fortalecer la conexión entre los migrantes y la Iglesia Católica. Su oficina también apoya las procesiones del Viernes Santo.
“Esta procesión es parte de nuestras tradiciones hispanas, ella dijo. “Cuando los españoles evangelizaban usaban símbolos. Ellos hicieron el catolicismo muy tangible.
“Nos gusta que nuestro credo sea visual”, ella añadió. “Queremos estar en el momento. Cuando participamos en el Vía Crucis nos hacemos parte de la Crucifixión de Cristo”.
Ella cree que la procesión es una herramienta para compartir valores cristianos, particularmente con las generaciones más jóvenes. Ellos logran ver la historia de Cristo en vivo.
Este es un momento para reflexión profunda. “Cuando asisto soy transportada hacia atrás 2,000 años. Logro imaginar qué hubiese hecho si yo hubiese estado allí”, ella dijo. “También me recuerda que al escoger seguir a Cristo enfrentaremos sufrimiento. Defender el reino de Dios y servirle a su pueblo implica sacrificio”.
“Pero según Cristo nos mostró muriendo en la cruz”, ella dijo, “es un precio que estoy dispuesta a pagar”.