por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – La cifra de personas que han acudido a los confesionarios en la basílica de San Pedro ha aumentado notablemente en los primeros meses del Año de la Misericordia, pero no entre las personas de habla inglesa, que aparentemente se han mantenido lejos de Europa por miedo al terrorismo, dijo el rector del grupo de confesores de la basílica.
El sacerdote franciscano de encierro, Rocco Rizzo, rector, le dijo al periódico del Vaticano que a partir de la apertura del Año Santo, el 8 de diciembre del 2015, al pasado mes de febrero, había confesado a cerca de 2,000 personas en San Pedro.
Pero, dijo, “nos estamos dando cuenta de que la mayoría de los penitentes son italianos. Y yo creo que esto se debe a la alarma terrorista ” después de que sucedió la serie de ataques en París el mes de noviembre pasado. “Es por esta razón que los sacerdotes que confiesan en lengua inglesa han tenido que confesar a menor número de personas”.
En una entrevista publicada el 10 de marzo en la edición de “L’Osservatore Romano”, periódico del Vaticano, el padre Rizzo dijo que en adición a los 14 franciscanos de encierro asignados a tiempo completo en los confesionarios de la basílica de San Pedro, otros 30 más de sus compañeros habían completado su trabajo en el tiempo que va del Año Santo.
Los franciscanos de encierro confiesan todos los días de las 10 a.m. a la 1 p.m.; y de las 3:30 p.m. a las 6:30 p.m. en el invierno y hasta las 7 p.m. en la estación de primavera y verano. Además, hay confesores que lo pueden hacer en italiano, español, inglés, francés, alemán, portugués y polaco. También los confesores pueden ofrecer los sacramentos en una variedad de lenguas, incluyendo el maltés, el chino y el cróata.
El padre Rizzo dijo que generalmente confiesa de 20 a 30 personas al día, utilizando la lengua italiana o española; pero el número de penitentes aumenta los sábados y domingos y que les ofrecerá los sacramentos a por lo menos unas 50 personas todos los días los fines de semana.
Se ha notado otro fenómeno, dijo, y es que mayor número de personas acuden a los confesionarios pero que no son católicas. “Quieren confesarse para saber de qué se trata”, dijo. Claro que tal acto no se considera como confesión sacramental, en la mayoría de los casos, a pesar que los confesores pueden escuchar y dar consejo a las personas que no son católicas.
En contraste, muchos católicos que visitan la basílica de San Pedro, o hasta peregrinos quizá, no estén muy familiarizados con el sacramento de la reconciliación, conocido también como sacramento de penitencia, dijo el padre Rizzo. Muchos jóvenes dicen que no se han confesado desde que hicieron su Primera Comunión; y no es extraño que alguien llegue y diga que no se había confesado durante 30 años, a partir de la última confesión.
“Me he encontrado con personas que han escuchado las palabras del Papa y que han recordado haber cometido algún pecado grave 30 o 40 años antes y que ahora sienten la necesidad de reconciliarse con el Señor”, dijo. “En especial, varias mujeres han acudido a mí, porque se han sometido anteriormente a algún aborto y llevan consigo la herida abierta que nunca sana. Incluso si ya se han confesado de ello, quieren volverlo a hacer de nuevo”.
Para el Año de la Merced, el padre Rizzo y los otros sacerdotes que confiesan en San Pedro y las otras basílicas principales de Roma han recibido facultades especiales para extender la absolución, incluso en casos de haberse cometido aborto, que normalmente requieren consulta con el obispo de la localidad o incluso con el Vaticano.
Otro cambio que se ha producido en este Año de la Misericordia es la penitencia que se les da a los que se confiesan. Y cada vez con mayor frecuencia, los sacerdotes de la basílica en lugar de darles a los fieles la penitencia de rezar diez Padre Nuestros, por ejemplo, les piden que hagan la penitencia ejerciendo alguna obra de misericordia; “como visitar a alguien que esté enfermo, irle a hacerle las compras a alguien de mayor edad, pagarle la cuenta a alguien que carezca de dinero ” o ayudarle a alguien a acudir a la iglesia.