por Wallice J. de la Vega
QUEBRADILLAS, Puerto Rico (CNS) — Un mes después de que el huracán María azotó a Puerto Rico, organizaciones y grupos de católicos han continuado respondiendo a las necesidades de un pueblo que sufre.
A pesar de obstáculos logísticos, hasta el 20 de octubre, Cáritas, una agencia internacional católica de ayuda, había dado más de $1.1 millones de ayuda a unas 50,000 personas. La ayuda incluye comida, ropa, suministros de primeros auxilios, agua potable y varios otros artículos. En la oficina de Cáritas en San Juan, almuerzos calientes también se distribuían diariamente a miembros de la comunidad.
“Tuvimos que diseñar ciegamente un plan de respuesta”, dijo el padre Enrique “Kike” Camacho, director ejecutivo de Cáritas de Puerto Rico, a Catholic News Service el 19 de octubre. “Pero después de que las comunicaciones se abrieron un poco, comenzamos a mejorar el plan basado en informes diocesanos. Hoy, tenemos un sistema de socorro bien coordinado en las 500 parroquias de Puerto Rico en las seis diócesis”.
Cáritas había estado trabajando con Catholic Charities USA en Puerto Rico desde que el huracán Irma azotó la costa norte de la isla dos semanas antes de que María le siguiera el 20 de septiembre.
Kim Burgo, directora de operaciones de desastres para Catholic Charities, dijo que “uno de nuestros mayores desafíos es el dinero porque antes [del huracán María] pasaron otros dos huracanes . . . pero luego apareció María, que en muchos sentidos era peor que Harvey e Irma” y después de tanto desastre, la gente se cansa de donar. Y por eso ha sido difícil conseguir donaciones para Puerto Rico aunque la necesidad es mucho mayor, dijo.
Los esfuerzos de ayuda después de los huracanes en Puerto Rico han sido principalmente guiados por movimientos de jóvenes y otros grupos religiosos recién formados que se han convertido en una alternativa a la ayuda gubernamental que ha sido lenta, compleja y burocrática. La mayoría de los grupos, locales y de Estados Unidos, incluyen muchos católicos.
Katherine Riolo, una voluntaria católica de la fundación canadiense Impact Nations, llegó a Quebradillas, un pueblo de 25,000 habitantes en el noroeste de Puerto Rico, con un grupo de cuatro personas para ayudar a distribuir 300 filtros de agua portátiles a casas aisladas en las montañas. Riolo, una maestra jubilada que ha participado en misiones por 30 años, es de la Parroquia Sangre de Cristo en Albuquerque, Nuevo México. Su visita a Puerto Rico fue su primera misión relacionada con un desastre natural.
“Toda la devastación … cuando ves esto, no hay electricidad, las familias [no tienen] agua para bañarse, es difícil y están traumatizadas”, dijo Riolo mientras distribuía filtros de agua en el sector Guajataca de Quebradilla el 21 de octubre. “Cuando uno entra a la casa de una persona, no se olvidan de eso, y cuando se les dice, ‘Dios piensa en ti tanto que nos envió . . . y hay mucha gente de mi pueblo que piensa en ti’ ellos no lo olvidan . . . “.
Cuando se le preguntó que es lo que la lleva al trabajo misionero, Riolo simplemente respondió: “Somos las manos y los pies de Jesús”.
El obispo Daniel Fernández de Arecibo habló sobre ese sentimiento durante una Misa en la iglesia San Rafael Arcángel en Quebradillas, el 22 de octubre, durante el domingo de la misión mundial.
“El padre envió a su hijo al mundo; la misión es enviar”, dijo el obispo Fernández durante su homilía. “Si enviar significa misión o misión significa enviar, entonces Jesús fue el primer misionero”.
Así como la iglesia no puede evitar ser misionera, dijo el obispo, tampoco los católicos pueden evitarlo. Por lo tanto, dijo, ofrecer testimonio de nuestra fe tiene que ser practicado con buenas obras “en tiempos de huracanes como este”.
Las parroquias en las regiones montañosas dentro de Puerto Rico han sufrido las peores consecuencias que siguieron después del huracán María. No solamente se ha reducido el apoyo financiero de sus congregaciones debido al desempleo masivo, sino que también no se está recibiendo ayuda del gobierno federal, ni local, en sus ciudades. Muchas parroquias, como San Rafael Arcángel, han organizado sus propias colectas continuas de ayuda.
Antes de la Misa, el obispo Fernández le dijo a CNS que la Diócesis de Arecibo está distribuyendo la ayuda de Cáritas directamente a sus 59 parroquias. Su diócesis y la Diócesis de Mayagüez son las diócesis más dañadas. La isla tiene una arquidiócesis, la de San Juan, y cinco diócesis.
“Estoy percibiendo mucha unidad e incluso calma entre los fieles”, dijo el obispo Fernández. “Sin embargo, [los sacerdotes y yo] estamos atentos porque sabemos que a medida que pasa el tiempo y, si la situación no mejora a un ritmo adecuado, los niveles de tolerancia pueden disminuir” cuando la gente se canse físicamente.
Recuperación, después del huracán María, una de las tormentas más destructivas en la historia de Puerto Rico, ha tomado tiempo. Expertos han debatido las estadísticas oficiales, las pocas que existen, sobre el daño provocado por los huracanes, incluso la cifra exacta de muertos.
El gobierno dijo el 19 de octubre que el 90 por ciento de la isla tendrá un nivel de energía eléctrica normal para el 15 de diciembre. Se dice que ese plan de recuperación producirá una red eléctrica completamente nueva y diversificada que regresará sistemas hidroeléctricos y agregará energía solar.
Los puertorriqueños, tradicionalmente católicos, sienten que la iglesia es la fuente más confiable de ayuda en situaciones de desastre. Para el padre Camacho, eso representa uno de los desafíos más importantes de la iglesia.
“Para mí, el mayor desafío en estas situaciones es cumplir con las expectativas de nuestra gente”, dijo. “Esperan mucho de la iglesia porque confían en ella” y eso causa presión.
“Es un estándar elevado y no podemos fracasar”, dijo.